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Su legado

Maria Montessori nació en Chiaravalle, Italia en 1870, y se convirtió en una de las primeras mujeres en recibir un título en medicina por la Universidad de Roma, Italia, en 1896. Posteriormente se licenció en antropología y pedagogía.

Como médico, la Dra. Montessori estuvo en contacto con los niños pequeños, interesándose por su desarrollo. A través de años de estudio exhaustivo, la Dra. Montessori observó que los niños construyen su propia personalidad a través de las elecciones que hacen mientras interactúan con su entorno. Observó muy de cerca la manera en la cual los niños aprenden, a través de la interacción con el ambiente y de los materiales que desarrolló.

Estos materiales fueron diseñados para que los niños aprendieran por si mismos, a través de sus propios esfuerzos y de la exploración. Sus conclusiones se basan en una sólida base de la biología, la psiquiatría y la antropología, y se convirtieron en un enriquecedor enfoque diferente a la educación.

En 1909, se realizó el Primer Curso de Guías Montessori. En 1912, Alexander Graham Bell y su hija abrieron la primera Casa de los Niños en Estados Unidos, invitando a Montessori a trabajar en ella. Fue una época de gran auge, durante la cual se formó la American Montessori Association encabezada por Graham Bell, su esposa Mabel Bell y Margaret Wilson. En el año 1915 se llevó a cabo la Conferencia Internacional en Roma.

En 1915, atrapa la atención del mundo con su trabajo del aula, llamado “la casa de cristal” en el Panama-Pacific International Exhibition (San Francisco). En esta segunda visita a los Estados Unidos, también condujo cursos de aprendizajes a los profesores y dirigió las convenciones anuales de la Asociación Nacional Educativa “Kindergarten Union”. El comité que la trajo a San Francisco incluyó Margaret Wilson, la hija del Presidente Woodrow Wilson.

“El agotamiento no se debe al trabajo, sino al hecho de haber trabajado mal. Cuando un niño se sumerge en alguna tarea y no se cansa, nos está demostrando que tenemos energías latentes inconmensurables. Es el trabajo exigido a la fuerza lo que cansa. Pero si uno puede asimilar el trabajo espiritualmente, es decir, el trabajo que de alguna manera satisface el espíritu, entonces se convierte en juego y uno se siente fuerte, feliz y más descansado…”

Dra. María Montessori